El Parque
Natural de la Albufera se encuentra a unos 10 km al sur de la ciudad de
Valencia, su nombre deriva de la denominación árabe ak-Bu haira.
Se trata de
un ecosistema único de gran riqueza ecológica, constituyendo una de las zonas
húmedas más importantes de España.
Poco a poco los
sedimentos aportados por los ríos Júcar y Turia, junto a las corrientes
marinas, fueron formando un cordón litoral que terminaron cerrando la bahía,
separándola del mar.
El lago de
la Albufera tiene una extensión aproximada de 3.000 hectáreas, lo que supone
una décima parte de la extensión documentada en época romana, unas 30.000
hectáreas, según la descripción realizada por el geógrafo e historiador griego Estrabón, y el poeta Avieno.
Hoy día, la
restringa o barrera del Saler se interpone entre el lago de la Albufera y el
mar, aunque se mantiene comunicada con éste a través de canales y exclusas que
regulan el nivel de sus aguas.
Tan drástica
reducción obedece, en parte, a causas geográficas naturales, pero en grado
mayor al afán de los labradores, de los poblados limítrofes de la Albufera, de
terraplenar las orillas para convertirlas en fértiles arrozales.
A lo largo
de los siglos la riqueza del ecosistema de la Albufera ha proporcionado el
sustento básico a sus pobladores.
La abundancia de pesca y caza menor
constituían su mayor fuente de ingresos, a los que posteriormente se unió el
cultivo extensivo del arroz.
En la
actualidad es posible disfrutar de éste magnífico y bucólico paraje de la Albufera,
adentrarse un poco en cómo era la vida cotidiana de sus pobladores hace unos
años, visitar una barraca, y hacer una travesía en la típica barca de fondo
plano y vela latina impulsada por la “percha” – hoy día a motor – a través de
sus canales de orillas verdes y aguas lisas, entre juncos y cañaverales,
divisando una gran variedad de aves acuáticas, hasta llegar al gran lago
central, evocando el escenario magistralmente
descrito por el escritor Vicente Blasco Ibañez en su conocida novela “Cañas
y Barro”.
“deslizábase la barca por canales
tranquilos, de agua amarillenta, con los dorados reflejos del té. En el fondo,
las hierbas acuáticas inclinaban sus
cabelleras con el roce de la quilla.” de "Cañas y Barro"
“la barca penetraba en el lago. Por entre
dos masas de carrizales, semejantes a las escolleras de un puerto, se veía una
gran extensión de agua tersa, reluciente de un azul blanquecino, era el lluent,
la verdadera Albufera, el lago libre, con sus bosquecillos de cañas esparcidos
a grandes distancias, donde se refugiaban las aves del lago, tan perseguidas
por los cazadores de la ciudad…” de "Cañas y Barro"
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